Ellen Gordon y su éxito en el negocio de los dulces

Ellen Rubin Gordon es una de esas personas que, a pesar de las adversidades, ha logrado construir un emporio. Su historia comienza en 1931, en una familia que en 1922 compró acciones de Sweets Company of America, la madre de los famosos Tootsie Rolls. Su papá, William B. Rubin, llegó a ser presidente en los años 30, y gracias a su liderazgo, la empresa se hizo rentable incluso durante la Gran Depresión.

Con estudios en economía y administración, y unos cursos en Harvard bajo el brazo, Ellen se casó en 1950 con Melvin Gordon, quien se unió al directorio dos años después. Pero las cosas cambiaron en 1962, cuando su padre enferma y la pareja toma el timón de la compañía, renombrándola como Tootsie Roll Industries, y mudándose a Chicago. Juntos, enfrentaron intentos de grandes adquisiciones por parte de monstruos de la industria como Hershey y Nestlé, y resistieron como un verdadero equipo, manteniendo la compañía en manos familiares.

Bajo su mando, el portafolio de Tootsie se expandió cuando en 1993 compraron Junior Mints, Sugar Daddy y Charleston Chew. También revivieron los Tootsie Pops, que se volvieron un clásico durante la Segunda Guerra Mundial al incluirse en las raciones militares. Tras la muerte de Melvin en 2015, Ellen asumió como CEO y presidenta, todo esto con 83 años. Y aquí está, a los 94, dirigiendo la empresa con unos ingresos que alcanzan los 545 millones de dólares al año, manteniendo un perfil bajo y evitando los medios para cuidar el control familiar.

En septiembre de 2025, la revista Forbes estimó su patrimonio en 1.5 mil millones de dólares, gracias a su 48% de control en Tootsie Roll Industries y a compensaciones anuales de 6.8 millones. Ellen no solo invierte en su negocio, también se dedica a la filantropía. Vive en una mansión en New Hampshire y viaja en un jet corporativo. Junto a su hija Jane, mantiene fuerte el legado familiar, donando millones a causas educativas y de salud, siempre priorizando la estabilidad de la compañía.

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